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“Fui una estudiante nefasta”

Así es como “conocí” a Cristina Campos.

El mes de abril es uno de mis favoritos ya que se celebra la feria del libro en Valencia a la que me encanta asistir como lectora y escritora. En la feria del 2019 estaba firmando libros en una de las casetas y mi madre pasó a verme con un libro en la mano. “¿Ya has picado?” le pregunté. Me contó que había conocido a una escritora maravillosa que promocionaba su libro hablando de su historia desde el corazón y repartiendo una fotocopia sencilla con una noticia de un periódico que elogiaba su novela. Mi madre conectó con aquella mujer que además de escritora, le contó que era directora de casting y con humildad le dio su correo electrónico cuando le dijo que una de sus hijas era actriz.

A los meses leí su novela, que firmó a mi madre aquel día, Pan de limón con semillas de amapolas. Desde entonces se ha convertido en uno de mis libros favoritos. Mi madre y yo brindamos cuando nos enteramos de que “nuestro” libro se iba a convertir en película. Acudimos juntas al cine y nos mirábamos sonriendo cuando no podíamos dejar de llorar. “¿Tienes más clínex?” fue la frase más repetida de la tarde.

Me llevé una alegría tremenda cuando Cristina fue finalista del premio Planeta hace tan solo unas semanas. (¡¡Muchas felicidades, Cristina, si este post llega algún día a tus manos!!).

¿Qué decir de su discurso de agradecimiento? Me sentí totalmente identificada como mujer, como escritora, como lectora, maestra, formadora, pero sobre todo como alumna. Aquella Belén adolescente de la década los 2000 aplaude y admira a esta escritora que reconoce que fue una estudiante nefasta. ¡Hasta la echaron del instituto por malas notas!

Por suerte, a mí no me echaron de mi colegio pero, sí fui una estudiante nefasta. En una educación donde solo se elogiaba lo memorístico, sin espacio para el arte o la creatividad. Donde las clases de inglés se me hacían soporíferas y las acabé odiando porque solo hacíamos actividades del libro y las traducíamos. Tampoco me gustaba ni la lengua, ni la literatura. ¡Sí! Yo que ahora amo los libros. ¿Pero por qué se empeñaban en obligarnos a leer libros infumables? Y peor aún, ¡examinarnos de su contenido! ¿Por qué los libros tienen que ser obligados y encima convertirse en examen? Ni qué decir de las asignaturas de ciencias donde directamente tiré la toalla.

En resumen, para mí el paso por secundaria y bachiller fue un horror. Recuerdo estar en una espiral de suspensos, tristeza, baja autoestima… Iba en caída. ¿Para qué iba a seguir estudiando si lo odiaba y encima se me daba mal? Pensé que no tenía ningún futuro. Todos los días había discusiones en casa y recuerdo la frase estrella de mi abuela “Ponte a recoger naranjas y verás como quieres estudiar”.

Recuerdo acabar bachiller como una carrera de obstáculos y después me tomé un año sabático. Me fui a Inglaterra unos meses, aprendí inglés, conocí gente, mundo y crecí en todos los aspectos.

Allí tomé la mejor decisión de mi vida, quería ser MAESTRA.

Gracias a todas aquellas experiencias, soy la maestra que soy ahora. He sido la maestra de inglés y a tutora que a mí me gustaría haber tenido. Intento desarrollar en clase la creatividad, la experiencia, el amor por el arte y por los libros. Por ello también me dedico a la formación del profesorado desde hace cuatro años.

Este vídeo, donde Cristina Campos cuenta su mala experiencia en el colegio, me anima a seguir luchando por un nuevo paradigma en la educación donde la creatividad se imponga a lo memorístico, la experiencia a los libros de texto, el juego al silencio, la competitividad a la colaboración…

¡Bravo, Cristina! Ganas de coincidir contido en otra feria del libro y conocerte por fin.

https://www.instagram.com/belen.teacher/

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